Física cuántica para los pobres de espíritu

jueves, 17 de junio de 2010

Crowded House - Together Alone (1993)

Nunca me interesó la obra de Friedrich Nietzsche. Un filósofo fatuo, cuyas caóticas ideas son continuamente manipuladas por personajes antagónicos, lo que demuestra sus enormes contradicciones. A pesar de eso, le agradezco el haber concebido una máxima que sintetiza mi vida: “Lo que no te mata te fortalece”.

Desde que tengo memoria me gusta la música, pero recién pude comprar mi primer reproductor de casettes -un walkman, para ser exactos- a los doce años. El primer grabador con radio FM lo conseguí dos años después -muchas gracias Miguel-. Durante mi infancia sufrí muchas dificultades para poder escuchar los discos que me interesaban, pero a la larga terminaron beneficiándome, ya que me permitieron adquirir un background infrecuente para un niño. La pequeña radio que había en casa me ayudo a valorar el tango, la música melódica y a The Beatles. Veinticinco años más tarde, aún recuerdo la ansiedad con la que esperaba el programa de media hora que una emisora local le dedicaba exclusivamente a los Fab Four todos los domingos a la mañana. Eso no es todo, esos años de carencias también me sirvieron para desarrollar una extraña capacidad: la de imaginarme la música a través de las reseñas que leía en las viejas revistas Pelo, Rock & Pop y Cantarock. En el caso de Crowded House, esta singularidad me provocó una desilusión.

Si bien "Don't Dream It's Over", el hit de "Crowded House" (1986) es un himno, el resto del disco -que conocí un par de años más tarde- está muy lejos de presentarnos a "los nuevos Beatles", como eran promocionados por la prensa. Pude escuchar el segundo disco de la banda, "Temple Of Low Men"(1988), al poco tiempo de su edición. Este álbum llegó en un momento en donde los peinados con gel, el rimel y los sintetizadores habían pasado de moda, por lo tanto el periodismo ya no necesitaba recurrir a comparaciones odiosas para describir a un grupo de pop melódico y guitarrero. "Into Temptation" es una de las canciones más hermosas de todos los tiempos, y "Better Be Home Soon" un hit inolvidable. No obstante, "Temple Of Low Men" no alcanzó la grandeza prometida. Cuando se editó "Woodface" (1991) yo ya estaba en otra cosa y me lo salteé. Mis primeros sueldos me sirvieron para comenzar a armar las discografías completas -en CD, por supuesto- de mis músicos favoritos, al tiempo que estaba atento a las novedades con las que nos sorprendía la década. Compré "Together Alone" (1993) ni bien salió, pero tampoco le presté mucha atención. Todo cambió cuando se editó "Recurring Dream" (1996). Teóricamente, este es el disco ideal para escuchar a Crowded House: un grandes éxitos -que los tenían y de sobra- que eludía las canciones de relleno. Si bien esto es cierto, la perfección de sus hits me convenció de que debía buscar "Woodface" -que incluye las dos mejores canciones de la banda "Fall At Your Feet" y "Four Seasons In One Day"- y sobretodo, de que debía retomar la escucha de "Together Alone".

"Together Alone" planteó varias novedades con respecto a los trabajos anteriores de la banda. La más notoria fue que obviaron a su productor histórico, Mitchell Froom, y le cedieron esa labor a Youth, bajista de Killing Joke y productor artístico de músicos tan diversos como Verve, James, The Orb y Dido. Además, hace un par de años fue el coequiper de Paul McCartney en su proyecto The Fireman. "Together Alone" presentó al multiinstrumentista Mark Hart (Supertramp) como miembro fijo de la banda y fue grabado en una casa alquilada ubicada en una remota playa de Nueva Zelanda, el país natal de Neil Finn. Esos detalles definieron un trabajo sorprendente, repleto de particularidades -solos de acordeón, glam rock y coros maoríes- y contrastes que enriquecen sus características melodías "beatles". La belleza inaudita de “Private Universe” convive con el glam de "Locked Out", mientras que la ortodoxia de "Distant Sun" y "Nails in My Feet" se codea con el exotismo de "Kare Kare" y “Together Alone”. La conjunción de estilos determina un álbum fascinante.

Crowded House se disolvió oficialmente tres años más tarde y, luego de varios discos de Neil Finn como solista o en colaboración con su hermano Tim –líder de Split Enz y pieza clave en “Woodface” su única colaboración con los Crowdies- regresó en el 2007 con el regular “Time On Earth”. La banda acaba de editar “The Intriguer”, un disco que todavía no escucho, pero que, presiento, confirma la fina estampa de un grupo que nunca logró convertirse en los nuevos Beatles, pero en el intento nos regaló algunas de las melodías más hermosas de las que tengamos memoria.

Track List:
01. Kare Kare
02. In My Command
03. Nails In My Feet
04. Black And White Boy
05. Fingers Of Love
06. Pineapple Head
07. Locked Out
08. Private Universe
09. Walking On The Spot
10. Distant Sun
11. Catherine Wheels
12. Skin Feeling
13. Together Alone

sábado, 5 de junio de 2010

Suzanne Vega – Nine Objects Of Desire (1996)

El transcurrir de la década del noventa fue bastante inusual en el ámbito de la música pop. El estado de las cosas cambió drásticamente –los cánones establecidos se esfumaron cuando Nirvana destronó del primer puesto de los rankings a Michael Jackson en 1991- pero, a diferencia de lo que había sido una constante hasta entonces, buena parte de los músicos que habían brillado durante el decenio anterior prolongaron su vigencia artística. Básicamente porque el nuevo escenario también benefició a los viejos actores, quienes sintieron la liberación de muchos de los corsés -implícitos o explícitos- que contenían su creatividad. Dicho de otra manera, la música se fue para el lado de los tomates y quienes tenían algo que decir contaron con estructuras más flexibles para hacerlo. Para ilustrar esta situación elegí a "Nine Objects Of Desire" (1996), el álbum más ambicioso de una cantante paradigmática de los ochenta: Suzanne Vega. Carolina Giudici, autora del exquisito blog Morir en Venecia, nos cuenta su historia en el texto que engalana este post.

Hay algo muy maternal en Suzanne Vega. Tal vez sea su voz, ese timbre discreto e inconfundible, lo que siempre me llevó a pensarla como una mujer que canta bajito para arrullarnos junto al fuego, para arroparnos y prepararnos para la locura del mundo, sin negarla jamás. Incluso en los ’80, cuando por su juventud era difícil verla como una madre, sin dudas ella era esa hermana mayor que todos queríamos tener, la hermana que por la noche toma su guitarra e improvisa una poesía para hacernos sentir mejor.

Lo suyo es el folk susurrado, intimista, riguroso, acuñado en los barrios menos glamorosos de Manhattan. Vega no es de las que se dedican a desmenuzar frustraciones amorosas. Sus letras más memorables son las que narran historias, que pueden ir desde una leyenda medieval como "The Queen and the Soldier" de su álbum debut (1985), hasta los grises relatos de lo cotidiano, como el ya clásico “Luka”, que convirtió a su segundo disco, "Solitude Standing" (1987), en el más exitoso de su carrera (y que también incluía el tema a capella "Tom’s Dinner"). En su tercer álbum, “Days Of Open Hand” (1990), un trabajo complejo aunque subestimado en su momento, la autora sumó coloraciones pop sin abandonar la trama acústica y minimalista que define su estilo. El desconcierto llegó dos años después, cuando editó el álbum titulado “99.9º” junto al productor Mitchell Froom (futuro marido de Vega). Aún hoy cuesta reconocer que un tema electrónico y distante como "Blood Makes Noise" le pertenezca. “99.9º” es un disco un tanto anárquico, salpicado por sonidos de sintetizadores y cuerdas destempladas que conviven con las composiciones serenas y melancólicas de la Vega tradicional. Es evidente que la californiana necesitaba experimentar, desperezarse, ampliar su paleta de acordes, ejercicios que siempre son saludables para el arte, como quedaría demostrado en su siguiente CD, “Nine Objects Of Desire”, editado en 1996.

Quizás lo más raro de “99.9º” siga siendo escuchar cómo en la mezcla de sonido la voz de Vega fue distorsionada para imprimirle ecos metálicos. Ese mismo recurso aparece en el primer track del nuevo disco, "Birthday", ante lo cual uno anticipa que la artista seguirá en la misma línea estilística. Pero “Nine Objects Of Desire” resultó ser mucho más sofisticado y compacto que el anterior, incluyendo la canción más sensual de todo la discografía de Vega. Hablamos de "Caramel", hermosa balada de guiños latinos y suave erotismo, que sería parte de dos soundtracks de películas: The truth about cats and dogs (1996) y Closer (2005). Nunca habíamos escuchado esta clase de melodías en Suzanne, como tampoco el pop perlado de “Headshots”, la ambición jazzística de “Tombstone” o el certero cello de “My Favorite Plum”. Por supuesto, también están los arreglos del sello Froom, que se hacen sentir en “Casual Match”, “Thin Man” y “Lolita”, recordando los climas disonantes de "99.9º". En lo personal, me quedo con la ternura de “World Before Columbus” y el misterio de “Honeymoon Suite”, porque allí Vega recupera la cercanía de los ’80, esas canciones sutiles en las que vuelve a ser esa hermana amiga que nos abriga con su guitarra, mientras reconoce que la vida es muy extraña, sí, pero que bien vale la pena.



Track List:
01. Birth-Day (Love Made Real)
02. Headshots
03. Caramel
04. Stockings
05. Casual Match
06. Thin Man
07. No Cheap Thrill
08. World Before Columbus
09. Lolita
10. Honeymoon Suite
11. Tombstone
12. My Favorite Plum